No había muchas alternativas a la devaluación y se hizo como aconsejaba el manual: en el arranque de la nueva gestión, que es cuando todavía hay capital político para tomar medidas poco populares. El “sinceramiento” del tipo de cambio oficial, tal como lo denominó el propio ministro de Economía, sería solo el primer paso de una estrategia más ambiciosa. En la hoja de ruta aparece la unificación cambiaria como objetivo en el corto plazo.
Las medidas relacionadas con el mercado cambiario conducen con claridad al objetivo de juntar dólares lo más rápidamente posible. El dólar de $ 800, que implica un salto importante respecto al tipo de cambio de aproximadamente $590 que venían percibiendo los exportadores, busca que se produzca un aluvión de liquidaciones en las próximas semanas.
Además, la indicación que el “crawling” o ajuste mensual será de 2% busca profundizar en la misma dirección. El peligro es que el tipo de cambio se vuelva a atrasar, por lo que a los exportadores les convendría liquidar lo antes posible.
Es posible que en los próximos días se acuerde con las cerealeras un adelanto de las exportaciones futuras al nuevo tipo de cambio. Pero también está la cosecha de trigo, que si bien arrastra los efectos de la sequía, que debería aportar una buena cantidad de dólares para los próximos 60 días.
A su vez, con el salto del dólar tarjeta a casi $1.300, el Central dejará de perder reservas por turismo justo en los meses de verano. Ahora, será más negocio pagar los pasajes y los gastos en el exterior directamente en dólar billete. El resumen de la tarjeta, dado los nuevos valores, también seria conveniente pagarlo en dólares por gastos en el exterior o pagos de servicios que se facturan en dólares, como sucede con algunas cuentas de streaming.
En estos meses la balanza turística se vuelve fuertemente deficitaria por las vacaciones. Pero esto no sucedería este año ante el encarecimiento producto del dólar oficial a $800 más la aplicación del impuesto PAIS en 30% más 30% por la retención de Ganancias.
La jugada inicial con este paquete de emergencia presentado ayer por el ministro de Economía implica mantener el cepo cambiario. Es cierto que la brecha es menor y ahora se ubica por debajo del 30%, pero no desapareció.
Se trata de una decisión que conlleva cierto peligro. No se puede descartar que los dólares financieros y el tipo de cambio libre se disparen en algún momento y vuelvan a llevar la brecha a niveles superiores al 50% ó incluso más. En ese caso, la situación sed volvería peligrosa, aumentando la desconfianza de los inversores y complicando el panorama para los meses siguientes.
Por eso, el objetivo es que estas medidas sean en realidad la primera estación para llegar a la unificación del tipo de cambio, que es también la liberación para la compra y venta de dólares. El propio Presidente Javier Milei indicó en su discurso del domingo que el cepo es una de las razones que le impide a la Argentina crecer hace muchos años, dando a entender que el objetivo será levantarlo.
Aunque no hubo ningún tipo de comentario al respecto, en el mercado se especula que la idea es ganar tiempo hasta que empiecen a ingresar los dólares de la cosecha gruesa. Esto le permitirá al Central comenzar a recuperar reservas y ganar solidez ante un eventual escenario de liberalización cambiaria.
Claro que todo esto debe ser acompañado por la caída del gasto y el avance el plan para eliminar el déficit fiscal –superior a 5% del PBI– en un año, tal como prometió ayer el propio Caputo.
Aunque algunos economistas demostraron cierta decepción, Milei ya había dejado en claro durante la campaña electoral que era imposible abandonar las restricciones cambiarias de un día para el otro. Primero, según su lectura, es necesario desactivar la bomba de los pasivos monetarios del Central.
En la reunión de hoy de Santiago Bausili, flamante titular del Banco Central, con banqueros, se conocerán los próximos pasos que el Gobierno piensa dar para reducir los riesgos del exceso de pesos en la economía. Una de las decisiones que se estará mirando es si se viene un nuevo aumento de tasas para aumentar la demanda de pesos en medio de un contexto de alta inflación. O si por el contrario no se hace nada para generar una licuación de los pasivos colocados por el BCRA entre los bancos.